Hace justamente un año, todas nuestras esperanzas estaban fijas en la vacunación como única fórmula para terminar con la pandemia sanitaria provocada por el COVID-19. Vivimos un 2020 muy duro, con miedo, con sufrimiento. Pero donde demostramos que, pese a todo, incluso al interés de la Administración en mantener a los mayores encerrados y aislados, se les puede (y debe) tratar con dignidad a todos ellos. Nos demostraron que son más fuertes de lo que ellos mismos creen y, sin quererlo, nos insuflaron nuevas energías para seguir estando a su lado y al de sus familiares.