Unidades de Convivencia. Alojamientos de personas mayores para “vivir como en casa”
El primer informe sociológico realizado en España sobre la situación de las personas mayores (Informe Gaur, 1975) describía así las condiciones de vida de aquellas que tenían que finalizar sus días en una residencia-asilo: “El hambre, el frío, la falta de higiene, el ambiente cuartelero, la promiscuidad y la incultura, están aún presentes en los alojamientos colectivos para ancianos como subproductos de una situación de miseria que no sólo proporciona la mayor parte de la clientela, sino que además, se instala en el propio centro...”
Por fortuna, la evolución de aquellos modelos asilares, benéfico-asistenciales, a nuestro actual mercado residencial se ha producido en un periodo relativamente corto, con una acusada presencia de la iniciativa privada que ha promovido un modelo residencial de gran tamaño (entre 100 y 200 plazas), con diseño hotelero y una amplia gama de servicios sociosanitarios destinados a personas en situación de dependencia. Sin embargo, mientras en España se consolida este modelo residencial, en países como Holanda, Suecia, Dinamarca, EE.UU o Reino Unido se ha experimentado desde la década de los 90, un profundo cambio en el modelo de atención, mucho más centrado en las preferencias de las personas y el respeto a su intimidad y derechos individuales (Sancho, Rodriguez, 2002).
Quizás, una da las causas mas claras de este cambio, resida en el deseo de las personas de envejecer en casa, generalmente en la casa en la que han vivido durante más tiempo a lo largo de su vida.
En este asunto, la posición de las personas mayores es bastante consistente y homogénea: se decantan por encarar el proceso de envejecimiento en su domicilio particular hasta que sea imprescindible abandonarlo, tal y como indican estudios de diversa índole (BASA, 2011).