Insomnio en la Persona Mayor, una asignatura pendiente
El insomnio en el paciente geriátrico es una patología frecuente, que muchas veces pasa desapercibida su importancia y no se le presta la atención necesaria por parte de los cuidadores y de los propios profesionales.
La queja de problemas relacionados con el sueño no es tan frecuente, siendo muchas veces las quejas de otros síntomas acompañantes lo que debe alertar al clínico, ya que es frecuente la presentación atípica. La edad avanzada, el género femenino, la viudedad o separaciones son factores de riesgo del insomnio. La detección es importante por las consecuencias en la calidad de vida, trastornos de la marcha y discapacidad que genera, así como en un incremento del riesgo cardiovascular, de la mortalidad y precipitando o prolongando patologías crónicas.
Lo primero es conocer los cambios propios del envejecimiento en el sueño al disminuir el sueño profundo, aumentar los despertares nocturnos siendo un sueño más fragmentado, aumentando el tiempo de latencia (tiempo hasta que se inicia el sueño), el tiempo que se pasa en la cama y aumentando las siestas; así como ciertos cambios psicosociales como el estado socioeconómico, condiciones de la vivienda, aislamiento, red social, aficiones.
Por la importancia que conlleva es importante documentar la cronología, los síntomas acompañantes, sirviendo los diarios de sueño para valorar los hábitos de vida, los problemas al inicio, mantenimiento del sueño o despertares precoces. Así como las consecuencias reales en el funcionamiento diario de la persona. Así mismo la información que pueda aportar el conviviente es relevante, así como las medidas terapéuticas que se han realizado. Recabando toda la información se debe valorar la presencia de un trastorno del sueño primario o secundario a diferentes patologías médicas (que cursen con dolor crónico, disnea, nicturia), psíquicas (trastornos afectivos, ansiedad, psicóticos, trastornos de personalidad) o medicamentos (corticoides, diuréticos, bloqueantes adrenérgicos).
Llegados a un diagnóstico y conociendo las consecuencias que genera en el paciente o su entorno, el enfoque terapéutico debe focalizar aquellos aspectos no farmacológicos o conductuales, disponiendo de ayudas farmacológicas en momentos puntuales, pues la relación riesgo beneficio de los diferentes hipnóticos a largo plazo es negativa. Tanto en la comunidad como en los recursos sociales (Centros de Día, Centros Gerontológicos) la disponibilidad de profesionales que sean capaces de ofrecer estructuradamente terapias cognitivas- conductuales, sirve de gran apoyo en aspectos educativos y de control de estímulos para alcanzar unos objetivos realistas, enfatizando en medidas higiénicas de sueño.
En el caso de utilizar hipnóticos se indican en períodos cortos a la mínima dosis eficaz, adecuando las dosis indicadas en el paciente anciano, llamando la atención que aunque sean efectivos en el insomnio agudo disminuyen únicamente en 10 minutos el tiempo de latencia y en menos de una hora el tiempo de sueño total, produciéndose tolerancia ya en las primeras semanas, con muchos riesgos en el anciano especialmente si se toman de forma crónica en forma de trastornos del equilibrio y cognitivos con un aumento del riesgo de confusión. A largo plazo no se conoce si las intervenciones previenen el riesgo cardiovascular o el riesgo de depresión posterior. Como siempre el abordaje multicomponente es el que puede aportar un mayor rendimiento y con la máxima seguridad en población vulnerable.
Wilson et al. British Association for Psychopharmacology consensus statement on evidence based treatment of insomnia, parasomnia and circadian rythm disorder. Journal of Psychopharmacology 2010;24(11):1578-1600.
“El sueño es un arte poético involuntario.”
Immanuel Kant (1724-1804)