Del envejecimiento activo a la ciudadanía activa: el papel de la amigabilidad
El concepto envejecimiento activo apareció por primera vez en 1999 recogiendo la tradición científica del paradigma positivo del envejecimiento. Este unifica las nociones de participación, salud, independencia y buen envejecer, siendo la participación el componente central. Este paradigma fue asumido como la gran respuesta política al envejecimiento demográfico tratando de cambiar el concepto tradicional de vejez, dotando a las personas mayores de nuevos roles. La iniciativa “Age-Friendly Cities and Communities” lanzada por la OMS en 2005 se planteó con el objetivo de llevar a la práctica en lo local este paradigma. Su finalidad última es promover un movimiento de participación ciudadana protagonizado por las personas mayores como generadoras de bienestar, traspasando las barreras del envejecimiento activo hacia un concepto más amplio de ciudadanía. Además, es necesario que se adapte a la época actual en la que las nuevas generaciones reclaman un espacio donde poder desarrollarse y contribuir en procesos con grupos y comunidades con las que se identifican, independientemente de su edad. La revolución de la longevidad plantea retos, que podemos y debemos aprovechar para construir una sociedad mejor, más igualitaria y capaz de reconocer el valor de cada persona con independencia de su edad y condición social, cultural o racial.